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Ingeniero en Industrias Alimentarias de la Universidad Nacional Agraria La Molina, pero que se dedica a un montón de cosas, como escribir en sus ratos libres. Gusta de política, economía, fútbol, música, entre otros. Hobby principal: investigación histórica, principalmente a la Guerra con Chile, y también investiga sobre el actual desarrollo de las empresas peruanas. Es coautor del libro "La Última Resistencia. La batalla en el Morro Solar de Chorrillos el 13 de enero de 1881".

viernes, 2 de julio de 2010

El hundimiento del Loa hace 130 años

Hace 130 años, el 3 de julio de 1880, hábiles torpedistas peruanos lograron hundir en el Callao el transporte artillado Loa, buque que formaba parte de la escuadra chilena que bloqueaba el Callao, por medio un torpedo hábilmente escondido (hoy se llamaría mina submarina) en un bote lleno de víveres. El hundimiento de ese buque fue el logro de un grupo de peruanos que trabajó varios meses en ese objetivo.

Aprovechando la fecha, reproduciré algunos documentos sobre esta acción

El Loa
El Loa era un transporte que pertenecía a la Compañía Sud Americana de Vapores (CSAV). Comisionado desde 1873, había sido arrendado por Chile desde el 12 de mayo de 1879 a 18 mil pesos mensuales. Desplazaba 1,657 toneladas, tenía casco de hierro, velocidad de 12 nudos y estaba artillada de dos cañones Armstrong de 6 pulgadas de retrocarga. Después de su hundimiento, se pudieron recuperar los 2 cañones, de los cuales uno se montó en el blindado Blanco Encalada (1).

Los chilenos sabían del torpedo
Debido a un buen servicio de espionaje, los chilenos supieron que los peruanos preparaban un torpedo para hundir uno de sus buques desde días antes del siniestro. El Presidente de Chile, Aníbal Pinto, se enteró de los planes peruanos y telegrafió al gobernador de Iquique, capitán de navío Patricio Lynch, para que este a su vez se lo comunique al Jefe de la Escuadra, contralmirante Galvarino Riveros. El siguiente documento es la prueba:

“COMANDANTE EN JEFE DE LA ESCUADRA
Callao, junio 22 de 1880
El Comandante Jeneral de Armas de Iquique, con fecha 4 del presente mes, me dice:
“S. E. el Presidente de la República, en telegrama de ayer, me dice para V. S. lo que sigue:
“En primera oportunidad comunique a Rivero lo siguiente:
“En una carta de Lima se dice lo siguiente:
“En Ancón preparando el joven Manuel Cuadros un segundo torpedo a pesar de haber tenido un fin desgraciado el primero. He oído decir que el torpedo es de esta manera:
Se compone de una lancha de vela, cargada con comestibles i carneros, i al quitar el último bulto, hai un resorte para reventar el torpedo.”
Lo que trascribo a V. S. para su conocimiento i demás fines.”
I yo a V. S. para que tome las medidas del caso.
Dios guarde a V. S.
GALVARINO RIVEROS
Al comandante de la corbeta O’Higgins” (2)

El historiador chileno Vicuña Mackenna cuenta que “…Nunca se supo quien había mandado a Chile con veinte días de anticipación un aviso tan certero.” (3)

Aun así, el capitán de corbeta Juan Guillermo Peña, comandante del Loa, y sus oficiales no escucharon la advertencia de su superior y el Loa se hundió.

La operación. Partes oficiales
Sobre los peruanos que prepararon el artefacto explosivo, el historiador peruano Francisco Yábar es quién da más luces al respecto:

“En 1880 un grupo de torpedistas fue dirigido por el capitán de fragata Leopoldo Sánchez obedeciendo órdenes directas de Piérola. Resulta no menos que curioso este manejo paralelo las actividades torpedistas pues la Secretaría de Fomento también las realizaba por separado, aunque con algún grado de coordinación con la Armada. El hundimiento del transporte chileno Loa y la goleta Covadonga están relacionados con las actividades del comandante Sánchez y del ingeniero Manuel Cuadros Viñas con quien Piérola debió contactarse a mediados de marzo de 1880 con el fin de preparar un torpedo, dejando al comandante Sánchez que coordine los detalles de la operación.” (4)

Manuel Cuadros junto con el ingeniero Desmaison, el operario Joaquín Sotelo y el carpintero José Chumpitasi prepararon la lancha con los explosivos que hundirían al Loa. El alférez de fragata Carlos Bondy fue el encargado de remolcar la embarcación con el explosivo para dejarla a la vista de alguno de los buques chilenos y lo narra de la siguiente manera en su parte oficial al Subsecretario de Marina:

“…El día 2 de los corrientes recibí de US orden de zarpar del puerto del Callao a cargo de una embarcación a la vela y con instrucciones de forzar el bloqueo al amanecer del día 3 manteniéndome a la vista de la escuadra chilena, con el propósito de que el buque de guardia capturase la embarcación que se me había confiado.

Estando al Oeste del puerto y a 5 millas de los buques extranjeros fondeados en la bahía, me faltó completamente la brisa a las 3 a.m. por cuya circunstancia tomé a remolque la lancha con la pequeña embarcación de que disponía y resolví fondearla, pues estaba expuesto a ser cortado por cualquiera embarcación enemiga, y no contando sino con tres hombres, y separado de la costa por una distancia de 7 a 8 millas era imprudente continuar alargando la distancia en esa dirección. De acuerdo, pues, con la opinión unánime de los que tripulaban la lancha, nos dirigimos a tierra a las 9 hs. 50 m. a.m. a tomar órdenes.

US teniendo en consideración todo lo sucedido, me ordenó dirigirme nuevamente a la lancha apartando de ese modo la intención de remolcarla hasta tierra para aprovechar su cargamento. La maniobra mandada por US fue ejecutada por el que suscribe saliendo a las 3 h. p.m. y obtuvo desde luego los buenos resultados que se podrían esperar de una medida tan hábilmente combinada. Al apercibirse el “Loa” que me dirigía a la lancha, puso proa a ella, arrió una de sus embarcaciones, la remolcó hasta su costado y a las 5 hs. 15 m. p.m. principio a descargarla volando en seguida.

Antes de terminar séame permitido dar las gracias a US por haberme honrado eligiéndome para llevar a cabo una comisión que ha sido coronada por el éxito más completo aunque no contaba para su buen desempeño si no con mi ardiente deseo de ser útil a mi país; pero obedecía a las órdenes y consejos de US y estaba además secundado par tres patriotas de corazón, el señor Juan Quintana de la Estación de Vigías y los matriculados José Morales y Manuel Arca y a su abnegada cooperación se debe todo el resultada obtenido.

Espero que US se servirá poner en conocimiento de SE el Jefe Supremo el animoso comportamiento de los tres personas que me han acompañado en la ejecución de un proyecto que ha dado por resultado la pérdida total de un buque enemigo con todos los valiosos elementos que contenía…” (5).

El capitán de fragata Leopoldo Sánchez escribió lo siguiente en su parte oficial al Secretario de Marina, capitán de navío Manuel Villar:

“…El 3 amaneció el horizonte nublado por el Norte y solo a las 10 h. a.m. vino a despejarse, y entonces fui con el señor Cuadros al torreón de vigías del Arsenal y pudimos avistar con el telescopio instalado allí una balandra a la vela destacándose al Norte por entre los islotes Pescadores y fuera de los buques neutrales, era la que habíamos despachado. Toda la Escuadra bloqueadora permanecía en su fondeadero del cabezo de San Lorenzo. Viendo que la balandra permanecía estacionada dejamos ese observatorio y nos dirigimos al muelle dársena, allí vino a encontrarnos el alférez Bondy y nos manifestó que por falta de brisa y la mucha marejada no había podido avanzar más al Oeste, encontrándose además la gente cansada, que se habían quitado los seguros al aparato y pedía órdenes; se las di para que regresara y tratase de remolcar la balandra y le previne que si durante el resto del día no se dirigía el enemigo a tomarla, la llevara a fondear cerca de tierra e intentara al amanecer ponerla a la vista del buque chileno de ronda.

A las 4 p.m. establecido nuevamente con el señor Cuadros en el torreón del Arsenal, noté que el “Loa” se había desprendido del cabezo de la isla y avanzaba lentamente en demanda de la balandra y minutos después se podia distinguir claramente con el telescopio que el tope del “Loa” señalaba con la mano la embarcación y que un grupo de gente se dirigía al castillo de proa y aun se veía a la persona que iba sin duda a dar parte al Comandante. Desde este momento confié en que la balandra sería tomada y consideré perdido al “Loa” cuando ví que arriaba una falúa la que se dirigió en seguida hacia la balandra. En el acto hice telegrama a SE avisándole lo que ocurría. Llegada la embarcación enemiga al costado de la nuestra dio la vuelta alrededor de ella al parecer reconociéndola y momentos después la abordaron, y orientando sus velas se encaminaron al “Loa”. La balandra pasó por la aleta de estribor de este buque y se perdió de vista ocultada por él. Desde este instante nuestra ansiedad fue grande y las tripulaciones de nuestros buques y muchos de los vecinos del Callao que habían presenciado la caza esperaban un desenlace. Por mi parte abrigué por un momento la esperanza de que la balandra fuese llevada al “Blanco Encalada”. A las 5.30 p.m. una enorme masa de agua y negro humo se elevó del costado de estribor del “Loa” a gran altura, oyéndose algunos segundos después una fuerte detonación. El transporte herido dio un vivo balance hacia babor y reclinándose después a estribor se fue hundiendo de popa; siete minutos más tarde su casco había desaparecido por completo, quedando sólo fuera del agua la extremidad de sus palos a los que se aferraban varios de sus tripulantes.

El éxito más feliz había coronado la perseverancia y los esfuerzos de cerca de tres meses, el señor Cuadros, a quien algunos miraban con recelo desde el siniestro de Ancón, había obtenido un triunfo con su invento, y me es grato consignar en este oficio que la confianza que SE ha tenido en el éxito desde que conoció el aparato ha contribuido en mucho a la realización del acontecimiento de ayer...” (6).

La explosión hizo que el buque se hundiera en un intervalo de 5 a 10 minutos e inicialmente produjo 40 muertos sobre cubierta. Todos intentaron salvarse en los botes, pero por la explosión, sólo la segunda falúa era útil, pero como todos los tripulantes se lanzaron a esa, se volteó y pereció la mayor parte de sus tripulantes. En la segunda canoa se salvaron 2 ingenieros y 11 individuos y el resto se salvó por botes de auxilio, salvándose en total 10 oficiales, 33 individuos de equipajes y 12 militares (7), mientras los muertos fueron 118 chilenos y un boliviano que accidentalmente se encontraba ahí (8).

Otros testimonios del hundimiento
En tierra había expectativa por los conocedores por ver hundirse a algún buque chileno. Así lo expresa el italiano Pedro Storace, maquinista de la corbeta Unión, en su diario personal:

“El día 3 de Julio, encontrándose frente al puerto a unas siete millas, a las 5 p.m. el transporte chileno “Loa” apresó una balandra aparentemente sólo cargada de víveres; pero que en realidad no era sino una trampa puesta por los peruanos. La embarcación estaba cargada con dinamita, en conexión eléctrica a los sacos de víveres, estibados éstos en cubierta de modo que levantando uno de aquellos sacos, daba fuego a la dinamita. Todo fue preparado en la noche anterior, dejando a la balandra fondeada a cierta distancia al iniciarse el día. Entonces, aquella mañana, un bote con unos pocos marineros y un Alférez, salió del puerto fingiendo querer capturar la balandra llena de víveres. El “Loa” descubre al bote remolcando a la balandra, que aún no ha sido apreciada por ellos, y pone a su vez la proa hacia el bote, el cual, con intención de llamar más la atención, larga el remolque y fingiendo veloz huida se mete entre los buques neutrales, ganando la costa. Mientras tanto, el “Loa” se acerca a la balandra, que ha sido abandonada como un lazo, aprecia que está cargada de víveres, chanchos, gallinas, etc; la hace poner abarloada al costado. En lugar de llevarla intacta a la nave almirante, se dejaron ganar por cierto de la gula y principiaron a coger las gallinas, corriendo el riesgo de levantar uno de los sacos, que sería su muerte y la pérdida del buque. En tierra, los contados marinos, quienes conocían la treta, estaban de espectadores del resultado que dudosamente se confiaba. Con la balandra ya al costado, esperábamos verla remolcar rumbo a la nave almirante, cuando repentinamente distinguimos una altísima columna de humo, agua y pedazos de material dispersos y, en seguida por la distancia, oímos una gran detonación, la cual hizo trepidar la tierra y mientras se siente, desaparece el infortunado transporte. ¡Pobre gente! ¡Cuántas pérdidas! ¡Ah, la guerra! unos minutos después de la detonación, no se veía más nada. Hacia el lado S de la bahía se encontraba el resto de la flota bloqueadora y ¡aún ellos fueron espectadores! En vista de la desgracia sucedida, se movieron en ayuda de los náufragos” (9).

En Lima la noticia circuló rápidamente al día siguiente. El periodista Manuel Horta, corresponsal del diario “El Nacional”, escribió lo siguiente:

“Ayer a las 5 P. M., el Loa, que estaba en guardia cruzando la bahía, se dirijió en demanda de una lancha que estaba enfilada a las Hormigas de Tierra.

Al encontrarse cerca, echó dos botes que avanzaron hácia dicha lancha tomándola a remolque hasta traerla al costado del transporte.

Como 10 minutos después se sintió una estruendosa detonación que hizo estremecer todos los buques surtos en la bahía i los nuestros que están en la dársena.

La esplosion había partido del Loa, que se hallaba frente al último buque neutral que se encontra a barlovento de ese fondeadero.

Una inmensa llamarada pareció salir del mar, cubriendo al buque enemigo. En seguida se sintió una nueva esplosion, menos fuerte que la primera i el Loa quedó envuelto en densas nubes de humo negro.

Cuanto estas se disiparon por efecto del viento, volvió a aparecer el buque enemigo, como si se hubiese levantado un telon. Estaba inmóvil i parecía no haber sufrido nada.

De repente se estremeció i se notó que la proa se levantaba mientras la popa se hundía rápidamente.

En menos de ocho minutos se fue a fondo como si fuera una ancla.

En el sitio que ocupaba antes solo se veía una inmensa cantidad de humo blanco, vapor quizás que se escaparía de los depósitos, que fue desapareciendo poco a poco.

Entonces se pudo notar que solo se quedaban visible del trasporte enemigo los topes de los dos masteleros, en los cuales estaban agarrados los náufragos que habían escapado del siniestro.

Los demás buques enemigos estaban a ocho millas de distancia; empezaron a caldear en seguida, navegando después en dirección de donde se había hundido el Loa.

El Huáscar salió de su fondeadero; pero después de recorrer lentamente como mas de una milla, volvió a regresar al lugar de donde había partido.

Los náufragos que se han salvado han sido recojidos por la Garibaldi i otros buques de guerra neutrales.

Su número es de 26 inclusive el 2° comandante, que es el único oficial que se ha salvado.
La tripulación del Loa ascendia a mas de 200 individuos” (10).

En Chile se enteraron de la noticia por el siguiente telegrama difundido en los periódicos:

“(Recibido a las 12.15 P. M.)

Santiago, Julio 9 de 1880.

Señor Presidente:

Ha llegado el Lamar con la siguiente sensible noticia:

El 3 del corriente, a las 5.20 P. M. ha sido echado a pique en la bahía del Callao el crucero Loa por un torpedo oculto en una balandra que se encontró fondeada con las velas izadas, cargada con comestibles i sin un solo tripulante.

El Loa estaba de guardia, la tomó, atracó a su costado i aclaró. Al levantar el último bulto tuvo lugar la esplosion, i cinco minutos después el crucero desparecía.

El Blanco i el Amazonas se dirijieron inmediatamente al lugar del siniestro para salvar a los náufragos.

Dos buques ingleses, un italiano i otro francés enviaron también sus botes.

Como ve V. E. por esta relación, el desgraciado accidente del Loa ha tenido lugar en la forma exacta anunciada por V. E., de cuyo anuncio había recibido un duplicado el Almirante i puéstolo en conocimiento del capitán Peña i todos los demás comandantes de los buques de nuestra escuadra.

La desgracia no ha sido pues casual sino a ciencia cierta.

Pareciéndome de mui capital importancia el anuncio de V. E. sobre la celada que se preparaba, me valí de los conductos mas seguros para que él llegara a conocimiento del Almirante, i, en efecto, por dos conductos recibió el Almirante mi anuncio.

Tan pronto como este anuncio llegó a conocimiento del Almirante, lo comunicó a todos los comandantes de buques, i éstos lo hicieron con los oficiales.

De los oficiales del Loa se ignora la suerte que hayan corrido el capitán Peña, los guardia-marinas Oporto, Huidobro, Fierro, un cuarto ingeniero i un piloto.

De la tripulación se supone hayan perecido, a menos de haber llegado algunos a la playa, 104 individuos.

Hasta el momento de la salida del Lamar se habían salvado en los buques de la escuadra 12 oficiales i 51 marineros i soldados.

Parece que el teniente Señoret hizo presente a Peña que esa debería ser la lancha que V. E. anunciaba por mi conducto, pero que el comandante ordenó con insistencia su descarga.

El teniente Manuel Señoret ha venido en el Lamar, siendo portador de las notas del Almirante.

LYNCH” (11)

En el extranjero la noticia tuvo amplia cobertura. En el diario “La Estrella” de Panamá, se difundió la siguiente carta de su anónimo corresponsal en Perú:

“Lima, Julio 6 de 1880
…………………………………..…………………………………………
Como a las 5.30 P. M. del dia 3 del presente mes, cuando las calles de Lima estaban llenas de jente que se dirijian a comer a sus respectivos hoteles, se hoyó una terrible detonación del lado del Callao, i al instante se hicieron millares de conjeturas relativas a la causa que la produjera. Veinte minutos después, un telegrama recibido aquí anunciaba que el trasporte chileno Loa había sido echado a pique por uno de nuestros torpedos. Este despacho se ha confirmado después. Ocho minutos después de la esplosion el buque se hundió. Cuarenta hombres solamente fueron salvados por algunos de los buques neutrales que se encontraban mui cerca del lugar del desastre.

La historia de este incidente de la guerra es mui curioso por la injeniosidad que se ha desplegado, i me propongo relatarla en unas pocas palabras.

Desde que la escuadra enemiga está en las costas del Perú, ha podido notarse que los oficiales y toda la tripulación en general, son muy adictos a las frutas y legumbres, y de que no se cuidaban mucho de distinguir los botes de los buques mercantes que hacen el mercado y los botes de los peruanos que vienen de tierra. Con este motivo un oficial que se había fijado en esta circunstancia, maduró al fin un proyecto del cual se propuso sacar alguna ventaja. Dicho proyecto lo realizó así: consiguió una lancha a propósito para su objeto, en el fondo de la cual colocó un torpedo, y sobre él hizo construir un piso falso, bastante cerca al fondo de la lancha, el cual apoyó sobre resortes. Luego cargó la lancha con un escogido surtido de camotes, yucas, chirimoyas, granadillas, gallinas, pavos, legumbres de todas clases, etc., etc., i remolcándola a fuera en dirección a la escuadra enemiga, antes de amanecer, la soltó de su cuenta, cuando ya lo juzgó en buen lugar.

Todo el día flotó esa lancha por su cuenta, pero los chilenos no la pudieron ver hasta eso de las 5 P. M., hora en que se pensó por los peruanos mandar un bote en su busca para evitar que cayese en manos de los neutrales.

El “Loa” estaba de guardia, y al notar que venía un bote de tierra hacia los buques neutrales, notó también la presencia de la lancha y en el acto se dirigió a ella. El bote de tierra al ver esto, se regresó con precipitación. El “Loa” mandó dos botes en busca de su presa, los cuales la condujeron a su costado e inmediatamente principiaron a descargarla. A medida que se sacaba la carga el peso disminuía, el falso piso se alzaba y los resortes en que se apoyaba, que estaban en conexión con el torpedo, iban quedando en libertad para producir bien pronto su esplosion.

Repentinamente ésta tuvo lugar, y los efectos fueron desastrosos. Las 300 libras de dinamita hicieron casi levantar al “Loa” de sobre las aguas. Los que de tierra espiaban con ansiedad las operaciones del “Loa “, dicen que el resultado fué terrible. Todas las casas del Callao se estremecieron y los buques todos temblaron como si hubiese ocurrido algún sacudimiento natural en el mar. El buque volado apareció primero envuelto en una gran masa de fuego, que poco a poco se convirtió en densa columna de espeso humo, i vióse después al “Loa” claramente como si nada le hubiera sucedido, pero de pronto su popa comenzó a hundirse con prisa i el buque todo se precipitó en el fondo del mar, desapareciendo para siempre!
Mientras esto tenia lugar, el “Blanco Encalada” y el “Huáscar” permanecían en sus posiciones, a unas ocho millas de distancia, demasiado léjos para prestar ninguna clase de ausilios a sus desgraciados camaradas que quedaron nadando para salvarse. Los botes de la Thetis, Penguin, Alaska, Decrés i Garibaldi fueron enviados prontamente al lugar del desastre. Los de los primeros dos mencionados lograron salvar a 30 individuos; el Alaska uno, el Decrés tres o cuatro i el Garibaldi seis, componiendo entre todos un total de 40. De éstos es probable que muchos mueran. Han perecido por lo ménos 150 hombres. Los únicos oficiales salvados son: el 2° jefe, herido, el médico i uno de los ingenieros.

Cualesquiera que sean las opiniones que se formen respecto a esta manera de guerrear, son los chilenos quienes ménos se pueden pronunciar en contra. Ellos fueron los primeros en ponerla en práctica cuando en la madrugada del 10 de Abril último enviaron una lancha-torpedo con el intento de hacer volar la “Unión” en momentos que sus oficiales i tripulación no se imaginaban que tenían tan cerca al enemigo. Si la Union se hubiera hundido, sus 200 hombres habrían perecido del mismo modo, que por consecuencia de un buen meditado golpe, han perecido los del “Loa”. Pero el deber de vuestro corresponsal no es tanto moralizar como describir los hechos.

Algunos de los buques neutrales tratan la cuestión de salirse del puerto del Callao, por temor a los torpedos.

EL CORRESPONSAL” (12)

Pronto las noticias de los diarios en Lima dejaron del lado el hundimiento del Loa porque el 4 de julio arribó al Callao el transporte Limeña trayendo del sur los restos de Bolognesi, More, Zavala y a oficiales y soldados heridos en las batallas del Alto del Alianza y Arica.

Notas
(1) Pascual Ahumada Moreno. 1886. Guerra del Pacífico, recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referente a la guerra que han dado a la luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia, Tomo III, p. 289. Telegrama de Lynch del 29 de julio de 1880.
(2) Ibídem, p. 259.
(3) Benjamín Vicuña Mackenna. 1881. Guerra del Pacífico. Historia de la Campaña de Lima 1880-1881, p. 434.
(4) Francisco Yábar Acuña. 2001. Las Fuerzas Sutiles y la defensa de costas en la Guerra del Pacífico, p. 421.
(5) Ibídem, pp. 425-426.
(6) Ibídem, pp. 426.427.
(7) Ahumada, Op. Cit., p. 302. Resumen fiscal del sumario indagatorio de la pérdida del Loa.
(8) Ibídem, p. 295. Carta de Ernesto Turenne, cirujano en Jefe de la “O’Higgins”.
(9) Pedro Luis Storace. 1971. Un Marino Italiano en la Guerra de 1879, pp. 113-114.
(10) Ahumada, Op. Cit., p. 296.
(11) Ibídem, pp. 288-289.
(12) Ibídem, p. 297