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El tomo II de "La Campaña de la Breña" de Zoila Aurora Cáceres


Zoila Aurora Cáceres (Evangelina). Grabado de su libro "Mujeres de ayer y hoy" (1909)

Zoila Aurora Cáceres Moreno (1877-1958) fue una de las hijas de Andrés A. Cáceres, uno de los militares peruanos más destacados en la Guerra con Chile. Fue una destacada escritora, en sus libros además de sus nombres, ponía Evangelina entre paréntesis, y fue fundadora del Centro Social de Señoras, entidad que promovía la educación femenina a comienzos del Siglo XX.

La cercanía con su padre le permitió a Evangelina publicar en 1921 su obra “La Campaña de la Breña. Memorias del Mariscal del Perú D. Andrés A. Cáceres, Tomo I, Año 1881”, que se como dice el título, se centra en las acciones que hizo su padre el año 1881. Esta obra es una de las mejores escritas en Perú sobre la Guerra con Chile y con justa razón, hoy en día es una joya bibliográfica. También es una de las más voluminosas: el texto tiene 460 páginas y su anexo documental otras 468 páginas, sin contar con la fe de erratas, introducción, etc.

El libro de Zoila Aurora (Evangelina) es bastante rico en datos sobre las acciones militares peruanas en 1881, pero también bastante visceral y aprovecha para atacar a Nicolás de Piérola y otros enemigos políticos de su padre.

Dos años después la publicación del Tomo I en 1921, falleció Andrés A. Cáceres y nunca más se publicó la continuación de esta obra.

Libro "La Campaña de la Breña, tomo I" de Zoila Aurora (Evangelina). Foto del autor

Hacia el año 1951, en algunas ocasiones, Zoila Aurora (Evangelina) publicaba artículos de historia los días domingos en el diario La Crónica (periódico controlado por la familia Prado). Esta sección era de una página y a veces contaba anécdotas de su padre de los siglos XIX o XX. En la edición del 1° de julio de 1951, contó lo siguiente sobre el tomo II de su obra “La Campaña de la Breña”:

“El anhelo satisfecho, cuando se aspira en perpetuar en el libro, la acción heroica del padre, hace olvidar las penalidades sufridas al procurar vencer la ardua labor compiladora documentada. Terminado el esquema de ordenación histórica, el Mariscal Andrés A. Cáceres, sugestionado por los amigos que le alientan y las suplicas de la hija, revive gran número de imágenes de sus gloriosas campañas y escribe en cortas páginas sus memorias, cuando subsiste aún su memoria privilegiada.

La hija las documenta y les da la extensión que el proceso glorioso republicano requiere, con la amplitud necesaria a la obra de consulta bibliográfica. Nada falta a la verdad sagrada, en el santuario de la historia. El volumen requiere dos tomos. El primero está impreso por cuenta de la autora, sacrificio que no puede repetir y la obra permanece trunca.

Lima está de jolgorio, la República celebra el centenario de su independencia, cuando la hija radiante de alegría, ofrece al padre un ejemplar. El Mariscal, lejos de participar de la efusión exaltada que ella siente, con el profundo conocimiento de las realidades desencantadas con que tropiezan las obras de excelsa espiritualidad, dadas las dificultades de la economía fiscal, reflexivo le dice: “Es lástima que le hayas dado la extensión que tiene el libro; no era necesario. Circunscribiéndote a mis memorias habrían quedado terminadas. El segundo tomo, no lo llegarás a publicar.” Vaticinio que se cumple cual profecía evangélica.

Los años transcurren, el Mariscal fallece y no obstante el esfuerzo de la hija, los obstáculos aumentan, las dificultades son insalvables y la profecía del padre se cumple.

Con la potencialidad del que se propone llegar a la cumbre y se encuentra a mitad de cuesta, procura desvanecer el pesimismo desilusionado del Mariscal, que en la ancianidad siente la tristeza melancólica a la que no llega un soplo de felicidad. El crepúsculo otoñal anuncia una de tantas noches que pasa en soledad, barrunto del final de la vida.

Se encuentra en Miraflores y habita una modesta y reducida casita, ubicada en la plaza del pueblo que, no tiene la importancia que hoy la embellece, con magnificas residencias lugareñas. En compañía de la hermana, se le acerca y le ofrece leerle lo referente a la célebre y jamás bien ponderada batalla de Huamachuco. Epopeya de América, cuando el Perú lo dé a conocer con la celebridad que merece, el más épico tributo a la gloria de la República. “Como puedo –le dice al padre- continuo escribiendo el II tomo de la “Campaña de la Breña”. Escucha lo referente a la batalla de Huamachuco, para corregir lo que no encuentres conforme.” En busca de luz se colocan al padre y las dos hijas, debajo de la araña del centro de la salita, al lado de la pequeña mesa, en la que está el manuscrito.

A poco de escuchar la lectura, corren las lágrimas por el rostro del Mariscal y la hija la interrumpe, prefiere suspenderla para no verle sufrir, pero la hermana se opone: “Al contrario, debe continuar, porque la emoción que causa al padre le da valor a la autenticidad de la narración.” Llaman al ordenanza como testigo y esperan la opinión del Mariscal, al que ahoga el llanto y solo puede contestar asistiendo con una inclinación de cabeza. Desea que continúe la lectura. Al terminar abraza y besa a su hija. El héroe llora con sollozos de niño, que se le escapan incontenibles. “El General llora esa tarde de la gloria de Huamachuco.” Revive los dolores sufridos y el martirio del desastre. Se va en el campo de batalla, en desesperado combate y siente como si las torturas del alma renovasen toda la impotencia contra la fatalidad de la suerte adversa, a la que jamás se resignará.

Pasado el primer instante de la efusión dolorosa, en el grupo de ternura hogareña, con emoción intensa, rememora el infortunio del amor a la Patria desgraciada.

En la historiadora, aunque conmovida, persiste el anhelo de escuchar de los labios del Mariscal, la aprobación que satisfaga la veracidad del trabajo profesional y no puede dominar la interrogación imperante. Desea saber si se ha equivocado la narración descriptiva. El Mariscal balbucea a media voz: “No te has equivocado. Todo está bien. Así sucedió”.

La mesa está servida y pasan al comedor. En vano procuran distraerlo durante la comida. El Mariscal, tristemente pensativo, revive dolores destrozadores del alma. Este trabajo emotivo de amor a la Patria que, del padre hereda la hija, está inédito porque corresponde al segundo tomo del libro “La Campaña de la Breña”, obra heroica nacional que está inconclusa”.

Como vemos, en 1951 Zoila Aurora (Evangelina) tenía el borrador del tomo II y esperaba que alguien le financie la publicación, pues ella misma había financiado la publicación del tomo I en 1921 y ya no estaba dispuesto a hacer lo mismo. Suponemos que nunca consiguió financiamiento, pues el tomo II quedó inédito hasta ahora y tengo entendido que se encuentra en una colección privada.

Comentarios

  1. Me emociono hasta las lágrimas leer este relato de los últimos días del gran Mariscal, patrono de la infantería Peruana.

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  2. Es muy triste,ver qué el ejército peruano, fuerzas armadas, Ministerio de Cultura,no hallan hecho suyo este conocimiento para difundir el valor,las penurias de un patriota que demostró amor a la patria y que su vida debe formar parte de nuestra historia, aunque no haya muerto en batalla pero expuso su vida y la de su familia durante toda la campaña y debe servir de ejemplo a los jovenes

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  3. Triste historia. En octubre se cumple un siglo de la partida del mariscal Cáceres, y las instituciones culturales y castrenses tendrían que conseguir la edición de la colección completa (el tomo I es una rareza bibliográfica, que me costó un ojo de la cara - hablando coloquialmente - en mis años universitarios) como un debido homenaje al héroe que no se rindió ante la adversidad.

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