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La Semana Santa en la Lima ocupada de 1881

 

Convento de Santo Domingo. Captura de video de la Municipalidad de Lima.

El ejército chileno ingresó a Lima el 17 de enero de 1881 e inició una ocupación que se prolongó por casi tres años.

En el primer año de ocupación, la Semana Santa se inició el 10 de abril con Domingo Ramos, continuando con Jueves Santo el 14 y Viernes Santo el 15 de abril de 1881, los mismos días que este 2022.

¿Cómo se vivió en Lima esa primera Semana Santa bajo la ocupación chilena? Hay dos testimonios de esa época: uno del diario peruano El Orden y el otro del diario chileno La Actualidad.

El Orden era el diario oficial del Gobierno de Francisco García Calderón, que se había instalado en Magdalena en marzo de 1881. El diario no solo contenía información oficial, decretos, etc., del Gobierno de García Calderón, sino también una editorial, noticias del interior, movimiento bursátil, notas religiosas, reproducía poemas de Carlos Augusto Salaverry, etc. Era de una sola hoja (dos páginas), salía de lunes a sábado, era publicado por la Imprenta del Teatro por Pedro Romero y aparentemente no tenía director, pero varias notas eran firmadas por el presbítero Germán de la Fuente Chávez.

El diario La Actualidad era un periódico fundado y dirigido por el chileno Luis E. Castro.  Era un diario de dos hojas (cuatro páginas), publicado por la imprenta del diario El Peruano (ocupado por las armas chilenas en aquel entonces), tuvo una corta existencia -de enero a mayo de 1881- y recibió un subsidio del ejército chileno. Con el diario El Orden se diferenciaba en que propalaba noticias parcializadas a Chile y en que usaba la ortografía Bello, diferente a la ortografía de la Real Academia que se usaba en Perú.

En la Semana Santa de 1881, El Orden publicó ejemplares el jueves y el sábado, que salían en la tarde de ese día, ya con noticias de la mañana. En la del Jueves Santo del 14 de abril, se publicó una larga editorial titulada “La semana santa en Lima, en 1881”, en donde compara como las familias antes gastaban para la Semana Santa y como se estaba viviendo en 1881.

Por eso durante los días precedentes, el comercio adquiria una animación no acostumbrada, tanto mas cuanto que los precios no eran tan elevados, el dinero abundaba y cada madre quería que sus hijos asistiesen á la iglesia realzando, si fuese dable, los encantos de la inocencia con los artificiales de moda. Los mas antiguos comerciantes de hoy recuerdan sin duda con tristeza esos pasados tiempos, en que vendían en pocos días mas que en un año entero, pues desde la acaudalada y aristocrática señora hasta el ultimo operario, no había quien no hiciese toda clase de esfuerzos para asistir con la mayor decencia á las solemnidades religiosas…

Las sesenta y mas iglesias de la capital no eran demasiado grandes para contener al pueblo piadoso que acudía á ellas á presenciar los Santos Oficios y cumplir los deberes que el Cristianismo impone. Los Virreyes en tiempos mas remotos, y después los Presidentes, con todo su séquito , así como la magistratura y corporaciones, se apresuraban á ser de los primeros en dar este ejemplo de religiosidad al pueblo, y se les veía en los días de Jueves y Viernes Santo concurrir á la Catedral, y en la tarde recorrer varios templos, «andando Estaciones y visitando los Monumentos», contaba El Orden sobre como era antes de 1881 y continuaba como era la situación actual, con la miseria ocasionada por la guerra.

“Ya no es dable ver esa pasada animación del comercio en estos solemnes días, porque hoy las familias, no solo han perdido su opulencia, que las hacia prodigar sus caudales en lujosos vestidos, sino que han olvidado los incentivos de la vanidad fastuosa ante la imperativa voz del instinto que pide:-pan!...

A nadie sorprenda pues ver convertida la capital en una verdadera calle de la Amargura, por donde se ve atravesar la llorosa procesión de todo un pueblo, que marcha hácia el Calvario, con caracteres de marcarda semejanza con los que la religión nos recuerda en estos tristes días. Hoy han desaparecido todas esas solemnidades con que nuestra religiosidad conmemoraba la Redención del linaje humano, y en que éramos acompañados por todos los poderes del Estado; hoy apenas si se abren un rato los templos para que allí se refugien nuestros desgarrados corazones, á fin de sacar del sacrificio de la Divina Victima, fuerzas para consumar el nuestro; hoy Lima, y el Perú mismo, sirven á su vez de espectáculo al mundo, que los contempla pendientes de su Cruz en la cumbre de su infortunio…

Si; el único consuelo que nos ofrece la triste situación nuestra se encuentra en la religión y en la semejanza que, bajo cierto respecto, existe entre el Calvario del Redentor y el de nuestra patria. La presente Semana Santa nos será de gran provecho moral si comparamos una Cruz con otra, y aprendemos en esa gran escuela del sacrificio, la ciencia de la abnegación, para inmolar nuestro individuo en aras de la salvación común”.

El sábado 16 de abril, en el mismo diario, en la sección “Boletín del día”, había una nota llamada “La Semana Santa”, que decía lo siguiente:

“La afligida capital del Perú celebró, como lo preveiamos en nuestro último número, con insólito recojimiento y circunspección la Semana Santa. Las familias creían interrumpir su duelo nacional concurriendo, como en años anteriores, á los templos en la noche del Juéves Sánto, y solo se han permitido ir de día, volviendo en seguida á su clausura obligada. Hoy mismo, Sábado de Gloria, no se ha oido el acostumbrado repique, lo que prueba lo que el duelo aun continua para todos”.

El diario chileno La Actualidad narraba una situación parecida, pero desde otro punto de vista. En su edición del lunes 18 de abril, apareció en la sección Crónica una nota llamada La semana santa. Lo interesante es que cuenta que el tradicional recorrido de las estaciones, o iglesias, de Jueves Santo, no se llevó a cabo porque las iglesias permanecieron cerradas, así como el gobierno civilista de García Calderón no participaba de las actividades de la iglesia pierolista. La nota -con la ortografía Bello que usaban los chilenos- es la siguiente:

“Parece que todo Lima ha cumplido con la iglesia en la semana que ha concluido: tal era la afluencia de jente que llenaba los templos i circulaba por las calles.

Durante los dias jueves i viérnes por antigua costumbre, pues entendemos que no hubo órden ninguna, se interrumpió el tráfico de vehículos i cabalgaduras. Ni aún los vendedores ambulantes alteraban con sus gritos acostumbrados el silencio de la ciudad.

En las ceremonias del jueves santo ofició el arzobispo en la iglesia catedral, i desde las dos de la tarde del mismo dia comenzaron las estaciones. En la noche los templos estuvieron cerrados, así fué que chasco se llevaron los que esperaban las estaciones de otro tiempo de tantas i tan dulces aventuras.

Pero si faltó este profano atractivo, que le ha dado a esta ceremonia tanta popularidad entre los poco creyentes i respetuosos, hubo en cambio de ventaja que la hermosura i gracia tradicional de las limeñas se lució a la plena luz del dia.

El viérnes santo hubo en casi todas las iglesias las ceremonias llamadas de tres horas, i nos dicen que la de Santo Domingo, procesion del Santo Sepulcro dentro de las naves del templo.

Esta procesion ha sido en otros tiempos una fiesta oficial a la que concurria el gobierno; pero por esta vez parece que el gobierno es civilista i la iglesia pierolista, a estarnos a lo que cuenta, de manera que no ha tenido esta pompa mas.

El sábado a las nueve de la mañana, los voladores i cohetes quemados con profusion, i todo el bullicio restablecido indicaban que el luto i la tristeza habian terminado i que borrada la cuenta pasada comenzaba otra nueva.

Habia muerto el pescado i, concluida su rejencia de cuarenta dias, la carne volvía a tomar su imperio sobre los frájiles humanos”.

A continuación, seguía otra nota llamada Retreta, en donde se leía que “Estraordinariamente concurridas estuvieron las que las bandas de música de esta guarnicion ejecutaron en las noches del jueves i sábado en la Plaza Principal”.

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