Con motivo del Sesquicentenario del Combate del 2
de Mayo, he preparado un par de post sobre el combate.
Las baterías del Callao agrupaban más de 50
cañones, dividas en baterías del sur y baterías del norte, estando el muelle al
centro.
Los cañones de las baterías eran cañones rayados
Blakely y Armstrong y cañones de ánima lisa del calibre de 32 y 68 libras.
Pintura anónima en el Centro de Estudios
Histórico Militares del Perú
Los cañones rayados eran de acero y fueron
descritos por Jose Torreblanca en su obra “Descripción y manejo de los cañones
Blakely, Armstrong y Vavasseur de las baterías del Callao”, un manual del año
1879 con motivo de la Guerra con Chile. Los Blakely eran llamados de 500
libras, tenían un calibre de 11 pulgadas, una longitud de 4.47 m, pesaban 14 toneladas
y sus proyectiles huecos pesaban 404 libras, más una carga explosiva de 10
libras, y los sólidos pesaban 500 libras. Los cañones Armstrong eran llamados
de 300 libras, tenían un calibre de 10 pulgadas, una longitud de 3.962 m,
pesaban 12 toneladas y sus proyectiles pesaban: 261 libras la bomba común más
17 libras y 8 onzas de carga explosiva, 265 libras la bomba de casquete más 4
libras y 5 onzas de carga explosiva y 279 libras la bomba segmentada más 8
libras de carga explosiva.
Los cañones de ánima lisa eran viejos cañones de
fierro que disparaban balas esféricas que pesaban 32 libras (calibre de 6.4
pulgadas) o 68 libras (calibre 8 pulgadas).
La conformación de las baterías del sur, que
estaban al mando del coronel Manuel G. de la Cotera, fue detallada por el
historiador naval Fernando Romero Pintado en su obra “Historia Marítima del
Perú”, Tomo VIII, volumen 2. Estas baterías eran las siguientes:
El cañón de Pueblo, conformado por un cañón
Blakely de 500 libras colocado a último hora, al mando del capitán de fragata
Hercilio Cabieses. Estaba ubicado frente al antiguo arsenal, cerca de la actual
Plaza Grau, al norte del castillo del Real Felipe.
Provisional, conformado por cinco cañones de
32 libras al mando del capitán de corbeta José Sanchez Lagomarsino. Estaba
ubicado al oeste del Real Felipe.
Chacabuco, conformado por cinco cañones de
32 libras al mando del teniente coronel Miguel Rodríguez. Estaba ubicado al sur
de la batería Provisional.
Fuerte Santa Rosa, tenía dos cañones Blakely
de 500 libras, un cañón de 68 y siete cañones de 32 libras, al mando del
capitán de fragata Guillermo Torres. Estaba ubicado en la actual plaza Santa
Rosa en Chucuito. Era el antiguo fuerte de San Rafael, construido en el siglo
XVIII como un auxiliar del Real Felipe, destruido por los chilenos durante la
ocupación del Callao en 1881.
Maipú, tenía seis cañones de 32 libras al
mando del coronel Ruperto Delfín. Estaba ubicado al sur del fuerte Santa Rosa.
Torre de la Merced, tenía dos Armstrong de
300 libras en una torre giratoria blindada, en donde falleció el secretario de
Guerra y Marina, José Gálvez. Estaba ubicada al sur de la batería Maipú, en La
Punta.
Abtao, tenía seis cañones de 32 libras al
mando del teniente coronel Benito del Valle. Estaba ubicado al sur de la Torre
de la Merced.
Zepita, tenía seis cañones de 32 libras al
mando del coronel José Antonio Morón. Estaba ubicado en La Punta, pero sus
cañones apuntaban hacia la Mar Brava, al sur del Callao, mientras el resto de
cañones apuntaban dentro de la bahía, hacia la isla San Lorenzo.
Cañón del Pueblo
Foto: Colección Elejade. PUCP
A continuación reproducimos el parte oficial de las
baterías del sur, respetando la ortografía original.
Diario
oficial El Peruano, sábado 12 de mayo de 1866
Comandancia General de las baterías del Sur.-
Callao, Mayo 2 de 1866
Al Señor General Jefe de E.M.G.
S.G.J.E.
A las doce del día de hoy, la escuadra española
dejando su fondeadero de San Lorenzo avanzó, en son de combate, sobre este
puerto, dirijéndose hácia las baterías de mi mando la blindada “Numancia,” que
llevaba la insignia del Brigadier Mendez Nuñez, y las fragatas “Villa de
Madrid,” “Almanza” y “Blanca”.
La “Numancia” se adelantó de las otras naves, y
situándose á mil metros frente al fuerte de Santa Rosa, disparó dos cañones
sucesivos, los que fueron contestados inmediatamente por mandato mio con una de
las grandes piezas Blakely.
Yo había comunicado á las baterías que daban frente
á la escuadra, que el primer cañonazo que disparase el fuerte, seria la señal
de hacer fuego; así que, siendo la mayor parte de los cañones del calibre de
treinta y dos, quise dejar aproximar al enemigo todo lo posible para tenerlo
aun al alcance de mis menores piezas. Efectivamente, la descarga que se le hizo
debió haber producido grande efecto, por la confusión que se notó en sus
movimientos.-La “Numancia” y los buques enunciados, continuaron el combate ya
en línea ó alternándose respectivamente y haciendo un nutrido fuego por
secciones.
La preferencia que el enemigo daba á las baterías
del Sur, acumulando para destruirlas, la mayor y mejor parte de su escuadra,
sirvió tan solo para que sus defensores multiplicáran su denuedo y esfuerzos,
manteniendo así incólume el honor del pabellón nacional.
Poco tiempo después principiado el ataque se notó
una extraordinaria en la Torre de la Merced. Supuse que aquel acontecimiento,
cualquiera que fuese, debía haber deteriorado la fortaleza, y para reparar el
daño y conocer la verdad de lo ocurrido, mandé al ingeniero en jefe Señor
Malinouski, que se constituyera en ese lugar y prestase sus servicios
profesionales si acaso eran oportunos. Mientras tanto, el enemigo redoblaba sus
esfuerzos; pero las baterías Maipú, Chacabuco, Provisional y Santa Rosa, cuyo
último punto había elegido yo como el más céntrico para que mis órdenes fueran
rápidamente ejecutadas, sostenían ventajosamente los fuegos con acierto y
entereza.
El ingeniero en jefe, y ántes que él, el Capitan
Quiñones, me comunicaron la sensible catástrofe que tuvo lugar en la Torre. El
Señor Secretario de la Guerra y todos los valientes que se encontraban en ella
habían perecido á consecuencia de un incendio; no siendo posible dar á US. ni
aproximados detalles del origen y causas que motivaron tal desgracia, porque
los pocos que han salvado, aun no pueden dar razón de lo ocurrido.
Como los fuegos del enemigo se aumentáran con una
tenacidad extrema, tuve que concretar mi atención exclusivamente al ataque. Cinco
horas de un reñido combate contra fuerzas tan notablemente superiores,
produjeron al fin el glorioso resultado de poner en retirada á los que
protestaron apagar en media hora los fuegos de la batería é incendiar la
población del Callao.
Al primer tiro que descargó el cañón de grueso
calibre, situado frente al Arsenal y al mando del Capitán de fragata D.
Hercilio Cabieses, perdió su nivel y quedó inutilizado; á los diez y siete
sobrevino igual accidente á otro de los cañones Blakeley del fuerte Santa Rosa,
mandado por el Sargento mayor graduado D. Manuel Suárez. La batería de Abtao se
vió precisada á suspender sus fuegos, en medio del combate, por no estar ya el
enemigo al alcance de sus piezas. Por último, dejando de funcionar los dos
cañones Armstrong de la Torre, quedé reducido á uno solo de Blakely de Santa
Rosa. Todas estas circunstancias favorecieron un tanto al agresor, pues á
merced de ellas, pudo salvar sus naves aunque con no pocas averías.
Eran las cinco menos dos minutos de la tarde,
cuando emprendió su retirada el enemigo, sin contestar los últimos vigorosos
fuegos con que lo provocábamos á continuar el combate. Duró este cinco horas
menos ocho minutos; en todo ese tiempo los españoles lo sostuvieron con ardor:
sus fuerzas centuplicadas y sus movimientos rápidos, léjos de arredrar á los
defensores de la patria, avivaba cada vez mas su bravura y entusiasmo.
La fortuna ha estado de nuestra parte, y esto tenía
que ser: se luchaba por la libertad y la honra de la América.
A excepción de la deplorable ocurrencia que tuvo
lugar en la Torre de la Merced, poco ha habido que lamentar en las demás
baterías de mi mando. Maipú sufrió un ligero incendio en el que se inutilizaron
los hermanos Cárcamo, que después de haberse desrielado la pieza que servían,
frente al Arsenal, se incorporaron á esta batería.
Los accidentes ocurridos en los cañones de mayor
calibre, no son por cierto ocasionados por los proyectiles enemigos que
estuvieron muy léjos de tocarlos; no habiéndose podido preveer sin un sério
ensayo, los pequeños defectos de las cureñas de los Blakely, no era estrañarse,
sobre-vinieran tales acaecimientos; mas todos estos cañones quedarán á primera
hora de la mañana en mejor actitud que ántes y en perfecto estado de servicio.
La batería de Zepita, situada hácia la mar brava no
ha podido tomar parte en el combate por la posición en que se halla; pero no ha
quedado exenta de recibir las balas enemigas que sobre-pasaban la línea de
batalla, ni sus servidores han dejado de mostrar la serenidad y noble
entusiasmo de que estaban poseídos.
Tan uniforme y manifiesto ha sido el valiente
comportamiento de todos los defensores de la República en las baterías que
están bajo mis órdenes, que apenas me atrevo á recomendar á algunos ante la
consideración de S.E. el Jefe Supremo Provisorio, sin que por hacerlo se
menoscabe en ninguna manera el esclarecido mérito que á todos corresponde,
séame permitido mencionar la batería de Maipú al S. Coronel Gdo. D. Ruperto
Delfin. Teniente Coronel D. Gregorio Arana. Sarjento Mayor D. Isaac Recabarren,
Jefe de dicha bateria. Al Sarjento Mayor Gdo. D. José Manuel La Fuente. Al
Capitan D. Mariano Cruz. A los agregados Coronel D. José Santos Monzon. Al
Coronel D. Bonifacio Franco. Al Teniente Coronel D. Cárlos Montes. Al Sarjento
Mayor D. Juan Gamero. Al Sarjento Mayor Gdo. D. Enrique Quimper. Al maestro
mayor de montaje José María Pardo.
De la de Chacabuco, Teniente Coronel D. Miguel
Rodríguez. Al Teniente Coronel Gdo. D. Nicolás Barra. Al ídem. Ídem. D. Vicente
O. Alvarado, Jefes de la batería. Al S. Coronel Gdo. D. Miguel Zamora que
herido mortalmente por el caso de una bomba, espiró vivando la República.
De la Provisional del Callao. Al Comandante de
Corbeta D. José Sanchez Lagomarsino. Al segundo, Teniente D. Marcos Matiche.
De la Torre de la Merced. A D. Antonio Alarco, que
murió heroicamente según informes recojidos de personas que merecen fé;
hallándose todos los demás comprendidos en la relación de muertos y heridos.
En la de Abtao. Al Teniente Coronel D. Benito del
Valle Comandante de dicha batería. Al S. Coronel Gdo. D. Eusebio Pomareda, Jefe
de la Columna de oficiales que sirven en esta batería.
De la de Santa Rosa. Al Capitan de Fragata D.
Guillermo Torres, Jefe de la batería. Al Sarjento Mayor Gdo. D. Pedro Mas, y al
de igual clase y empleo D. Manuel Suarez, ambos Comandantes de las piezas. A
los agregados al servicio de la misma batería, Capitan de Navio D. Alejandro
Muñoz, Capitan de Fragata Lino de la Barrera, Teniente Coronel de Caballería D.
Baltazar La Torre, Capitan de Corbeta Gregorio Miro Quesada. Los agregados
voluntariamente, S. Coronel Comandante General de Artillería D. Juan Antonio
Ugarteche. Al de la misma clase D. Francisco Alvarado Ortiz. Al Coronel Gdo. D.
Antonio Rodriguez y Ramírez. Al S. Injeniero en Jefe D. Ernesto Malinousky, y á
su ayudante Teniente D. Manuel Ugarteche.
De igual modo á los ayudantes de esta Comandancia
General, Teniente Coronel D. Mariano Menant. Al Sarjento Mayor Gdo. D. Jenaro
Muro. Al Capitan Gdo. D. Guillermo Zavala. Al Alferez D. Julio Ayulo. Como
también al S. D. D. José Manuel La-Puente, y al ciudadano de los Estados Unidos
del Norte S. D. Guillermo D. Coursey.
No es el que habla, S. Secretario, quien debo
decir, los defensores de la Patria hemos ó no correspondido á la inmensa
confianza con que nos ha honrado el Supremo Gobierno; pero habiendo presenciado
tan glorioso como desigual combate, algunas naves de las mas poderosas
potencias del mundo, es á sus imparciales é ilustrados Jefes á quienes
corresponde pronunciar su veredicto, decidir si somos dignos de pertenecer á un
Pueblo Libre. Con testigos tan irrecusables, y á presencia de S. E. el Jefe
Supremo Provisorio, no es posible poner en duda la justa apreciación de los
hechos.
Adjunta se servirá U. S. encontrar dos relaciones:
la una de los S. S. Jefes Oficiales y tropa que se hallaron en el combate, y la
otra, de los muertos y heridos que resultaron de tan memorable jornada.
Dios Guarde á US. S. S.- Manuel G. de la Cotera
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